Nuestra sociedad vive en el miedo y la inseguridad permanente, estamos convencidos, de manera instintiva, que más allá de nuestra frontera o la cerca de nuestra casa, se encuentra un enemigo al acecho.
Partimos de la premisa de que somos nosotros los “buenos de la película”, las víctimas; mientras que los demás son los malos. A su vez, nuestros vecinos llegan a la misma conclusión respecto de nosotros y así comienza esta absurda escalada armamentista. La solución no pasa por armarse hasta los dientes, por acuartelarnos en casas cárceles con cercos eléctricos y ejércitos de guardias. El enemigo no está afuera.
Sepa que nunca en la historia se ha dado una guerra entre dos democracias, y que la mayoría de los delitos con mayor connotación social son perpetrados por miembros de la misma comunidad de la victima, peor aún, muchas veces el agresor es un familiar directo.
Las encuestas demuestran que las medidas en favor de la paz y el desarme cuentan con escaso apoyo de la ciudadanía, lo que obliga a los gobiernos a mantener un gasto militar elevado con fines electorales. Otros países, en cambio, han comprendido que el diálogo, la cooperación y la inversión en seguridad social, es la solución inteligente y de largo plazo a los problemas de delincuencia y soberanía, permitiendo redestinar sus antiguos y absurdos presupuestos militares a la construcción de mallas de protección social en educación, salud y el desarrollo.
Partimos de la premisa de que somos nosotros los “buenos de la película”, las víctimas; mientras que los demás son los malos. A su vez, nuestros vecinos llegan a la misma conclusión respecto de nosotros y así comienza esta absurda escalada armamentista. La solución no pasa por armarse hasta los dientes, por acuartelarnos en casas cárceles con cercos eléctricos y ejércitos de guardias. El enemigo no está afuera.
Sepa que nunca en la historia se ha dado una guerra entre dos democracias, y que la mayoría de los delitos con mayor connotación social son perpetrados por miembros de la misma comunidad de la victima, peor aún, muchas veces el agresor es un familiar directo.
Las encuestas demuestran que las medidas en favor de la paz y el desarme cuentan con escaso apoyo de la ciudadanía, lo que obliga a los gobiernos a mantener un gasto militar elevado con fines electorales. Otros países, en cambio, han comprendido que el diálogo, la cooperación y la inversión en seguridad social, es la solución inteligente y de largo plazo a los problemas de delincuencia y soberanía, permitiendo redestinar sus antiguos y absurdos presupuestos militares a la construcción de mallas de protección social en educación, salud y el desarrollo.
En la película “El regreso del Jedi” del cineasta Jorge Lucas, un joven Luke Skywalker aterriza en el sistema Pagoda en busca del último sobreviviente de los guerreros Jedis; el retirado Joda. A orillas de un pantano brumoso y tétrico, se le acerca una impertinente y huraña criatura, a quién Skywalker pregunta: “…Busco a un gran guerrero”. La criatura, que en realidad era el mismísimo Joda, le replica con sabiduría infinita “La guerra no hace grande a nadie, hijo”. Tal como enseña esta historia, no puede haber heroísmo, honor ni mucho menos grandeza en la violencia y la muerte.
No apoye causas chauvinistas ni gastos militares aberrantes para un país pequeño y subdesarrollado como los nuestros; mucho menos permita que sus hijos hagan el servicio militar y se entrenen para la muerte y la violencia; no asista a homenajes bélicos, paradas militares o cualquier otro tipo de demostraciones vergonzosas de lujos armamentistas que no hacen más que coartar el desarrollo social y fomentar un sentimiento xenófobo de seudo patriotismo que sólo ha traído muerte y miseria a largo de la historia de la humanidad.
Terminar con este escandaloso gasto militar… ¡Depende sólo de usted!
Fuente: Este texto fue copiado y pegado desde un mensaje enviado por el grupo "Economía Basada en Recursos: El Proyecto Venus", ubicado en Facebook.
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